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Araucanía

Héctor Cárcamo Millar, editor de “Tiempo 21”: Una vida dedicada al periodismo escrito

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 18 de julio de 2021 | Publicado a las: 11:27

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Mucha agua ha pasado bajo la mesa de trabajo de nuestro conocido colega, con quien hemos compartido lo agrio y lo dulce de este oficio que al final de cada día deja la sensación incierta de haber agotado todas las palabras, o de haber dejado en los registros algo sin decir.

Escribe: Guillermo Chávez

Qué duda cabe. La noticia esta semana satisfizo a muchos que lo conocen de hace años recorriendo las calles de Temuco detrás de la noticia. Y es que con motivo del reciente Día del Periodista y del 65° aniversario de la creación del Colegio de Periodista de Chile, el gremio de profesionales de la Orden en Temuco coincidió en otorgar el Reconocimiento a la Trayectoria del Periodista Destacado a Héctor Cárcamo Millar, conocido profesional de las comunicaciones escritas a nivel regional y nacional.

En buena hora, porque nuestro amigo y colega Héctor Cárcamo se hizo un nombre en el periodismo regional pasando por diversas etapas del oficio y experimentando las más primitivas formas de hacer llegar la información al medio, escuela que a esta altura lega como ejemplo a las nuevas generaciones para quienes la tecnología actual pone todos los medios al alcance de la mano.

De su vida, podemos decir que dese niño nuestro homenajeado fue algo aporreado por la vida a raíz de un accidente montando un caballo que lo tuvo varios meses postrado en un capital, lejos de los suyos, pero escuchando mucha radio y leyendo de todo… lo que habrían sido sus primeros contactos con la información. Había nacido en Traiguén, hijo de un matrimonio común en una casa de la calle Pérez número 630, de adoquines, como son todas las calles de Traiguén.

Su madre, doña Rosa Edith, era dueña de casa y su padre, Héctor, conductor e instructor de maquinaria agrícola del Regimiento de Artillería “Miraflores”, de Traiguén. “Mi viejo era además muy bueno para la pelota, condición que al par de meses de haber hecho el servicio militar sirvió para que lo llamaran a las filas”, recuerda.

El caso es que los últimos años en el Ejército, don Tito los pasó en Temuco donde se quedó a vivir con su familia, jubiló y donde Héctor Cárcamo hijo comenzó a conocer algo más de mundo, aunque de pronto esta ciudad comenzó a quedarle chica y a principios de 1973 se fue a estudiar la Carrera de Derecho en la Universidad de Concepción, en donde todo le parecía ir muy bien… hasta el Once de Septiembre.

¡Usted, váyase!

Muy bien sabido es que la historia de esta Patria se divide en un antes y un después de aquella fecha infausta. “Cuando se reanudaron las clases, había que pasar por una sala en la que un profesor decía, ‘usted sigue y usted no…’. Cuando me correspondió a mí, el profesor Jarpa miró mi listado y me advirtió, usted váyase inmediatamente de aquí, no lo quiero ver más, ¡por su seguridad, váyase! Me asusté porque no estaba comprometido en nada, aunque claro que tenía alguna actividad partidaria en reuniones, asistía, pero nada más. En esos tiempos había que contar con un apoderado, y el mío era un conocidísimo traiguenino que hacía clases de Sociología en esa Universidad. Era un destacado dirigente político y a él también lo buscaban…”.

Tras eso, al año siguiente el joven Cárcamo regresó a Temuco e ingresó a la Universidad de Chile por un breve tiempo, hasta trasladarse a la Universidad Católica a estudiar Pedagogía en Castellano. “Me gustaba mucho mi carrera pero me retiré al par de años. Me sentía muy observado, no porque fuera yo sino porque vivíamos en tiempos en que todos éramos muy vigilados.

-¿Recuerdas compañeros de la Cato?

-A José Miguel Cuevas, no sé qué será de él. Tuve un gran amigo que al parecer falleció hace poco tiempo, Alejandro Díaz, de Parral. Sé que alguna vez preguntó por mí, pero no hubo ocasión de encontrarnos. En la Chile fuimos compañeros con Juan Manuel Fierro, académico de la Ufro, y con Luis Labrín, fallecido hace pocos años. Lucho, que en aquella época era un dandi, organizó un grupo de teatro como una forma de dar una válvula de escape a las tensiones de la época. Yo participé alguna vez pero no tenía condiciones, pero igual nos reuníamos para hablar de contingencia y de lo que pasaba. Eran tiempos dramáticos y de vez en cuando recibíamos mensajes de algún compañero perdido.

Finalmente, Cárcamo deja la Universidad para dedicarse a otros quehaceres, hasta que un también jovencísimo periodista, Gustavo Cid, “el lolo Cid”, lo lleva a El Diario Austral como corrector de textos de un diario de Osorno, material que era enviado a través del sistema télex.

“Todo el material venía escrito con mayúsculas y con múltiples errores, sobre todo en invierno cuando el mal tiempo interrumpía las comunicaciones. De aquella experiencia, lo que más me quedó fue el arte de diagramar páginas, oficio muy bonito en los diarios. El diagramador era quien recibía del jefe de crónica el material para distribuirlo en cada página, tarea que hoy cumplen los diseñadores gráficos”.

Ya casado en 1981 con María Dagna Oses, madre de sus hijos Mario y Felipe, nuestro futuro periodista decide cambiar de aire y de ciudad. “Con  Gustavo Cid hicimos una buena dupla de trabajo y nos fuimos a trabajar a Valdivia, al diario 24 Horas de reciente aparición, en donde estuve varios años como redactor de Deportes. Entonces fue cuando vino la crisis económica en Chile y de la noche a la mañana el dólar sufre una fuerte alza del precio y caen muchas empresas. Se hizo tan dramática la situación que debí regresar a Temuco, pelando el ajo en otras ocupaciones hasta que en 1985 vuelvo con Cid a El Diario Austral, de vuelta a corregir originales hasta que por ahí en el 88 me pasan a reportear en la sección Deportes”.

Tiempo de Rifleros

Eran los tiempos de los viejos periodistas formados también en la Universidad de la vida, sin títulos académicos pero con el gran respaldo del Colegio. Eran los respetados periodistas con su espacio propio en el medio temuquense, prohibido para los novatos.

-Ya te encuentras en la calle, por fin, reporteando, ¿fue difícil codearse con los periodistas viejos?

“En esos años, los que no teníamos colegiatura, éramos llamados ‘rifleros’ y no nos dejaban entrar ni a las conferencias de prensa. Recuerdo que en varias ocasiones, con René Inostroza teníamos que esperar que terminara la reunión para después ingresar y sacar alguna cuña. Era una actitud discriminatoria, aunque siempre me consideré sólo reportero para no herir susceptibilidades. Finalmente eso terminó cuando llegué a El Diario Austral”.

-Por aquí ya vamos llegando a un terreno conocido para ambos: la antigua Redacción de calle Varas ubicada en el edificio antiguo, con don Germán Carmona en la Dirección. Hagamos recuerdos comunes de los viejos tiempos…

“Fueron años que yo considero de mayor éxito para ese Diario, no sólo en lo comercial sino en su contenido. Después del plebiscito del 88 la Dirección encabezada por don Marco Antonio Pinto armó un equipo especial y señaló un rumbo a seguir de mucha apertura, siendo normal que partidos de extrema izquierda aparecieran por primera vez integrados a la vida democrática del país. Fueron tiempos de muchas discusiones, entrevistas y opiniones de personajes políticos.

“Yo observé a ese equipo de periodistas y aprendí mucho. En esos años trabajamos con Lothar Hemmelmann, ex jefe de crónica en Valdivia; Exequiel Contreras, en Deportes; Mitsú Toro, en Política; Miguel Trujillo, Crónica; Antonio Quezada (el Toño), en Policía; Manuelito Garrido, en comunas, y en el Cuerpo Común, al recordado y destacadísimo “Máster”, Claudio Núñez, huraño como él solo y con quien nadie había podido entablar amistad, hasta que llegamos nosotros. Las dudas ortográficas o de redacción se las consultábamos a él, sin ser periodista, aunque fue uno de los primeros colegiados. Con Claudio y el dibujante Silvestre Luarte formamos un equipo que por años tuvo su centro de reuniones en el Club Radical de Temuco y también en Blanco esquina Tinto, donde los temas de conversación giraban en torno a libros, cine (Claudio era admirador de Humphrey Bogart), música, tangos y de cualquier tema menos de Diario. El que hablaba de Diario pagaba la cuenta…”.

“El Gringo Lothar”

“Pasó mucha gente en esa época  y el nombre que rescato es el de Lothar Hemmelmann, que también llegó a la jefatura. Lo conocí en 24 Horas. Un hombre muy parco y de un humor muy especial, espontáneamente sarcástico, genial y escribía rapidísimo. Era el que nos recomendaba poner atención a todo. Se molestaba cuando un periodista joven decía, aquello no me corresponde porque no es de mi sección. ¡Pero si usted es periodista! -le decía-. Está formado y y debe estar preparado para todo”.

“En ese tiempo, con el gringo Lothar logramos dar un fuerte impulso ecológico a través del suplemento Campo Sureño. Sabíamos ya del conflicto medioambiental que se venía, del abuso de los fertilizantes y contactamos en esos años al mejor especialista en cerolabranza y organizamos una charla para un centenar de agricultores de todo pelaje que también buscaban una solución al consumo de fertilizantes en aumento cada año. A través de Campo Sureño logramos crear la inquietud acerca de la cero labranza, línea que después se dejó por influencia de las grandes empresas”.

 “Así, trabajé con Lothar hasta el año 1994, hasta cuando asumo la jefatura de Crónica y en la que duré hasta 1996, año en que fui despedido cuando un colega periodista no respondió a un encargo y desde la Gerencia se pidió explicaciones. A alguien había que cortarle la cabeza y yo asumí la responsabilidad para no involucrar al colega, joven y recién casado. Y me despidieron”.

 Eran los tiempos en que en aquella “Santa Madre Empresa” se impuso el inapelable lema: “El que se va no vuelve”, por lo que al par de años sorprendió el retorno de Cárcamo. “Fue gracias a Lothar (amigo y compadre), que explicó la verdadera razón de mi salida y en 2003 volví llamado a dirigir un proyecto de Diarios Regionales en Angol y luego en Arauco, donde permanecí dos años, hasta que fracasó por razones económicas. Entonces se produce mi segunda salida de la empresa”.

“Aquel ambicioso proyecto periodístico de El Mercurio se redujo al Diario Renacer de Angol y, paradojalmente, quien  asume la dirección es la misma persona por la que yo había puesto la cabeza anteriormente, y por quien me la volvieron a cortar”.

-A estas alturas de la vida, ¿qué piensas de aquella persona que hoy no se encuentra en muy buen pie?

“Yo creo que cada uno elabora su estatua o también su tumba. Yo por lo menos, a la edad que tengo, aún cuento con trabajo y nadie ha levantado el dedo para indicarme que he sido deshonesto o que he realizado malas prácticas, Nunca he andado con un serrucho en el maletín para abrirme camino. Al contrario, asumo las responsabilidades”.

(Demás está decir que al leer este entrevista, si la lee, el colega responsable se deberá sentir identificado y continuará arrastrando el peso de su falta de ética profesional por siempre).

Un lobo estepario

-¿Cómo recibes este reconocimiento del Colegio de Periodistas?

“A mí me sorprendió porque nunca pensé que se iban a fijar en mí. Yo he estado medio alejado del gremio. Cuando reporteo soy algo así como un lobo estepario, me gusta andar solo haciendo mis contactos y cumpliendo con mis propias pautas. Evito andar en grupo tras las figuras o de quienes tienen la noticia.

“Desde que comencé a trabajar en Tiempo 21 comprendí la realidad que teníamos como medio independiente, muy difícil, que en buenas cuentas había que disparar el córner y correr a cabecearlo para hacer el gol. Tuve que labrarme un camino en el reporteo, mucho más exigente para tener mis notas todas las semanas y entregarlas a diseño.

“Este merecimiento me sorprendió porque en los últimos dos o tres años he estado en una situación complicada a nivel familiar y he tenido que trabajar desde mi casa, inclusive desde antes de la pandemia. De allí que he estado alejado de todos los círculos, lejos de los colegas y amigos. A los más íntimos nos cuesta reunirnos.

Colegas y amigos

-De toda esta experiencia laboral, has tenido colegas pero también amigos de todos los pelajes, entre los cuales me incluyo, ¿cuál ha sido tu relación con ellos?

“Siempre he tratado de no hacer diferencias con las personas por su pensamiento político. Me gusta que en una conversación participen de todas las tendencias, porque cuando estamos todos de acuerdo resultan fomes las conversaciones. En El Austral tuve un grupo de amigos con los que disfrutamos la cola de la bohemia temuquense, la poca bohemia que se recuperó después de los 90 que no fue la misma que las anteriores según los más viejos.

“En esas reuniones era un placer escuchar a Claudio Núñez discutiendo con Silver el nombre del autor de un tango, o el de los actores de una película. Cine y música eran sus temas. Nosotros nos separábamos un poco para hablar de literatura de los autores que sonaban y así nos daba la una o las dos de la mañana.

“Era una mesa abierta a los que llegaban muchos y a todos se les advertía lo mismo, prohibido hablar de pega. Así logramos sostener conversaciones mucho más interesantes y no trasladar las horas de trabajo a las horas de relajo. Hoy ya no tenemos esa mesa, se nos han ido muchos. Recuerdo que Claudio y Silver firmaron una promesa: el que muriera primero tenía que ser despedido por el otro cantándole un tango. Bueno, Silver murió primero y ya Claudio no estaba en condiciones de cantar, por lo que le recitó los versos a los pies de su tumba.

“En dos ocasiones, como muy buen lector. Claudio me hizo severas críticas a algunas cosas que había escrito. Para nosotros, que no tuvimos estudios académicos, aquella fue una muy buena escuela. Lo que sí teníamos, por la demasiada lectura, era un buen manejo de la palabra escrita.

El nuevo idioma

-A proposíto de la palabra escrita, ¿qué opinas de los constantes cambio aplicados por la RAE y la incorporación del lenguaje inclusivo?

“El idioma es un ser vivo que nace, muta, vive y muere. Pero también van naciendo nuevas formas de expresión. El español nuestro que hoy consideramos correcto va a ser antiguo.

“Lo que para mí ahora es bello, en 50 años ya no tendrá el brillo de la belleza porque muchas palabras van muriendo y siendo reemplazadas por otra formas culturales. Nuestro idioma es diferente a la de la generación del ’38, y si volvemos a cómo escribía Cervantes nos resultaría imposible comprender.

-En estos últimos tiempos la mirada de las nuevas generaciones está puesta en la pantalla chica o en las redes. Ser periodista de televisión o lector de noticias es el sueño del pibe… y no todos lo logran. Los que se han debido conformar con el periodismo escrito, saben que el diario-papel es un medio condenado a desaparecer. El placer de ver esta entrevista impresa no tiene precio, aunque mañana envuelvan un kilo de pescado con esta bonita página. ¿Qué más recuerdas de aquellos bellos tiempos?

-Para nosotros, los de la vieja escuela, lo más avanzado de las tecnologías de la comunicación eran las transmisiones telefónicas de un texto escrito desde cualquier comuna hasta la redacción del Diario. Para ello portábamos un “moderno” computador Tandy, cuya capacidad máxima era de quince mil caracteres, debíamos solicitar un enchufe telefónico –preferentemente desde una oficina pública- y provisto de destornillador y alicates conectar nuestro cables pelados mientras la secretaria observaba incrédula y con desconfianza toda aquella operación. La mayoría de las veces se negaban.

El reporteo diario

-Se dice que todo tiempo pasado fue mejor, ¿crees que una futura generación pueda rescatar algo bueno de este tiempo?

“Es indudable que algo quedará para ser rescatado. Creo que lo que las futuras generaciones podrían rescatar es el reporteo diario, lo más ingrato para un periodista pero que es donde salta la noticia. Hasta el momento, que yo sepa, no ha surgido ninguna alternativa de contacto con la fuente de información que reemplace al encuentro personal del periodista con el lugar o los protagonistas del suceso.

“Veo con preocupación que los estudiantes de hoy son muy expertos, diestros en el manejo de computadores, de celulares y de la tecnología de las comunicaciones, pero se confían en eso y evitan el contacto directo con la fuente.

-¿Te atreverías a decir que la época en que nos tocó trabajar fue la mejor y que difícilmente se podría repetir?

“En lo último estoy plenamente de acuerdo: difícilmente volverá, porque cada época tiene sus propias circunstancias y momentos. Obviamente que quienes quieran hacer periodismo como lo hacíamos nosotros van a chocar con un muro porque es todo distinto.

“En mi caso, debo estar al día con las nuevas tecnologías de la información para poder comunicarme con las fuentes. Dudo que sea mejor una cosa que la otra. Para nosotros que conocimos las formas de trabajar el contacto y el callejeo diario nos resultó mucha más eficiente y enriquecedor. Creo que eso es lo que deben seguir aprendiendo los futuros profesionales. Está visto que los whatsapp o las redes sociales son medios eficaces, pero por los que se puede llegar también a los fake news, o falsas informaciones.

“Yo no digo que el periodismo de antes haya sido más preciso o más objetivo, porque para mí la objetividad es muy dudosa. Siempre hay, inconscientemente, una carga personal en la formulación de las preguntas para llevarlas a la respuesta que uno espera.

-Plausible, me parece, porque el contacto entrevistado-entrevistador siempre será humano, pues allí no hay redes sociales de por medio que priven de sentimiento a la noticia… Le reitero mis congratulaciones colega…


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