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Editorial

Editorial: La Araucanía no es un botín electoral

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 18 de agosto de 2025 | Publicado a las: 16:06

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El “turismo político” tiene un costo invisible pero profundo: debilita la democracia territorial, desincentiva la participación local y perpetúa un centralismo que desconoce la realidad de la región. Quienes llegan sin conocer, suelen irse sin volver, dejando tras de sí un vacío de representación y una lista de promesas incumplidas.

En plena antesala de un nuevo ciclo electoral, el exsenador Eugenio Tuma ha encendido una alerta que debería incomodar a más de algún comando político: el fenómeno del “turismo político” en La Araucanía. La crítica es clara y directa: basta de candidatos impuestos desde Santiago, sin raíces, sin historia y sin compromiso real con este territorio.

La denuncia no es nueva, pero sí urgente. La región ha sido, en demasiadas ocasiones, tratada como una ficha más en el tablero de la política centralista. Las cúpulas partidarias, con la calculadora electoral en la mano, han decidido instalar nombres “rentables” mediáticamente, pero desconocidos para las comunidades que dicen representar. Es una práctica que, lejos de fortalecer la democracia, erosiona la confianza ciudadana y profundiza el sentimiento de abandono.

Ejemplos sobran. Figuras como Felipe Kast, Rodolfo Carter o en su momento Alberto Espina son citadas como prueba de esta lógica: actores que residen en Santiago, que no nacieron ni crecieron en la región, pero que desembarcan en ella con la venia de sus partidos para disputar escaños. El problema no es solo de procedencia geográfica, sino de ausencia de vínculo real con las problemáticas locales. Como bien apunta Tuma, cuando desde la capital se envían “candidatos de exportación” se transmite, de manera tácita pero brutal, que aquí “no hay gente capaz”.

Ese mensaje, además de ofensivo, es falso. La Araucanía está llena de liderazgos auténticos: dirigentes sociales que han levantado ollas comunes en tiempos de crisis; jóvenes que defienden sus ríos y bosques; alcaldes que conocen cada calle y vecino de su comuna; líderes mapuches que sostienen la memoria y la cultura. Y una nueva generación que no busca cargos, sino causas, que entiende que representar a esta región es un acto de servicio, no un trampolín para la fama política.

El “turismo político” tiene un costo invisible pero profundo: debilita la democracia territorial, desincentiva la participación local y perpetúa un centralismo que desconoce la realidad de la región. Quienes llegan sin conocer, suelen irse sin volver, dejando tras de sí un vacío de representación y una lista de promesas incumplidas.

La Araucanía no es un cupo de emergencia ni una plataforma para carreras ajenas. Es una tierra viva, con identidad, con memoria y con un futuro que solo podrá construirse desde el compromiso genuino y el arraigo verdadero. Como advierte Tuma, no se trata de esperar salvadores externos, sino de escuchar y potenciar las voces que ya están aquí.

En tiempos en que la política busca reconectar con la ciudadanía, La Araucanía lanza un mensaje que debería escucharse fuerte y claro en Santiago: no más candidatos “de paso”, no más campañas de temporada. Lo que esta región exige es respeto, representación real y soluciones concretas. Lo demás es solo un ejercicio de ego disfrazado de servicio público.

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