Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 23 de noviembre de 2025 | Publicado a las: 21:55
Las elecciones del domingo dejaron una estela de certezas y advertencias para la política regional y nacional. La Araucanía volvió a confirmar su condición de bastión opositor, inclinándose en la primera vuelta presidencial hacia un discurso de orden, seguridad y crecimiento económico, que encontró eco mayoritario en la ciudadanía.
No se trata de una novedad, pero sí de una consolidación: el clivaje ideológico clásico ha sido reemplazado por uno más urgente, vinculado a la protección cotidiana y la frustración acumulada ante un Estado que muchos perciben distante e ineficiente.
Pero la lectura no se agota en la presidencial. En la senatorial, el 3-2 final entre oficialismo y derecha mostró que el territorio continúa dividido, aunque la oposición mantiene mayorías y arraigo, especialmente en Malleco. Una elección que parecía decantarse 4-1 en algún momento terminó más equilibrada, demostrando que el voto obligatorio complejiza cualquier predicción y obliga a hablar de un electorado cambiante y mucho más desafiante de leer.
En los distritos 22 y 23 para Diputados, los resultados confirmaron tendencias: la derecha amplió su fuerza con liderazgos conocidos y de presencia comunicacional permanente, mientras parte de la centroizquierda sufrió un retroceso en zonas donde la percepción de abandono estatal pesa, sobre todo frente a la violencia rural y la inseguridad. A esto se suma un fenómeno que ya no puede seguir ignorándose: el voto a Franco Parisi, particularmente potente en el sur, mezcla protesta y desafección con el sistema de partidos. Un mensaje claro de que la política tradicional no está logrando encantar ni responder a los malestares reales.
Hay también perdedores institucionales. La dispersión oficialista, la tardía conexión territorial y el desgaste de figuras que se mostraban como “renovación” sin lograr traducir esa idea en resultados concretos, hicieron mella. En cambio, candidaturas opositoras que combinaron símbolos mediáticos, fuerte discurso de seguridad y llegada efectiva al territorio, cosecharon frutos.
Las lecciones están a la vista: La seguridad no es solo una consigna; es una demanda que ordena el voto. La cercanía ya no se declara: se demuestra en la vida real. El voto obligatorio continúa desafiando a quienes aún no entienden el nuevo patrón de comportamiento electoral.
La Araucanía exige políticas diferenciadas, pero también una presencia permanente del Estado y sus autoridades.
El paisaje político que dejó esta elección no admite lecturas simplistas. No hubo un “giro ideológico”, sino una sociedad que cambia de prioridades según los dolores que más duelen. Las nuevas y viejas autoridades deberán leer con atención este mensaje: aquí no se vota por etiquetas, se vota por quien ofrece respuestas —o al menos esperanza— frente a una incertidumbre que ya es parte de la vida diaria.
El desafío, para todos los sectores, está planteado.