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Abejas nativas, anónimas protagonistas de una agricultura sostenible

Publicado por: Claudio Nuñez | miércoles 29 de mayo de 2024 | Publicado a las: 12:18

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Por: Sharon Rodríguez, Líder de Investigación Agricultura Sostenible, Programa Agrosimbiosis

Más del 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de polinizadores como las abejas y otros insectos, porcentaje que evidencia el papel esencial que desempeñan en el mantenimiento de la seguridad alimentaria y la salud del planeta.

Este solo dato debería ser suficiente para impulsar medidas que mitiguen los impactos negativos que sufren las abejas a causa de la sequía, el abuso de agroquímicos, la pérdida de hábitats y el cambio climático.

Nuestra perspectiva antropocéntrica se ha focalizado principalmente en tan solo una especie de abeja: la Apis mellifera o abeja europea, que fue introducida en Chile en 1844. La hemos “domesticado” para producir miel y la llevamos de campo en campo para apoyar los procesos de polinización de frutales de interés económico.

En Chile hay al menos 424 especies de estas abejas nativas, que se agrupan en cinco familias. El 70% de ellas son endémicas, por lo tanto, habitan exclusivamente en nuestro país y han creado relaciones únicas e irrepetibles en los ecosistemas donde viven.

A diferencia de la Apis mellifera, algunas abejas nativas son silenciosas, casi todas son solitarias, no viven en colmenas sino en agujeros que cavan en la tierra y no producen miel.

Su rol fundamental es la polinización de flora nativa, pero también realizan una contribución clave en huertos comerciales, trabajando en colaboración con la abeja melífera para polinizar frutales de importancia económica para el país, como paltos, cerezos, almendros, ciruelos y arándanos.

De ahí la importancia de promover una mayor abundancia y diversidad de abejas chilenas  que aporten a la polinización y producción de fruta en los huertos. Esto es posible a través de dos estrategias fundamentales: conservar un paisaje agrícola diverso, manteniendo flora nativa en cerros y quebradas aledañas a los huertos, y restaurar flora local asociada, plantándola en pequeñas franjas o parches dentro de los huertos para atraer así a abejas nativas que llegan buscando refugio y  alimento y desde donde vuelan hacia las flores de los frutales.

Con estas intervenciones, hemos registrado que, del total de abejas Apis y no Apis que visitan las flores de cerezo en huertos de la Región Metropolitana, el 44% corresponde a abejas nativas.

En esta dinámica la agricultura se vuelve más sostenible y la producción de fruta aumenta, en especial en paisajes donde prima el monocultivo.

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