Publicado por: Tiempo21 | miércoles 17 de diciembre de 2025 | Publicado a las: 12:42
Un estudio liderado por los doctores Jesús Herrera e Iván Neira desnudó las creencias que impiden a los habitantes de sectores vulnerables adoptar medidas preventivas, alertando que la resignación es hoy la principal barrera sanitaria.
En las comunas de Temuco y Padre Las Casas, la contaminación del aire no es solo un problema de chimeneas y material particulado; es un fenómeno profundamente arraigado en la psicología colectiva. Una reciente investigación de la Universidad Santo Tomás (UST) Temuco, publicada en una prestigiosa revista internacional, ha identificado que el «fatalismo» y una serie de mitos urbanos son los principales obstáculos para proteger la salud pública en la región.
El estudio, liderado por el Dr. Jesús Herrera Bravo y el Dr. Luis Mario Castellanos, analizó cómo la vulnerabilidad social moldea la percepción del riesgo. El hallazgo más preocupante: más de la mitad de los encuestados en Temuco cree que “el aire seguirá igual, sin importar lo que se haga”. Esta sensación de inevitabilidad paraliza cualquier intento de cambio en el comportamiento domiciliario.
La investigación detectó creencias que actúan como barreras culturales. Entre las más comunes destacan la idea de que «la leña siempre calienta más» o que la contaminación solo representa un peligro real para ancianos o enfermos crónicos.
A esto se suma la barrera económica: existe una percepción generalizada de que alternativas más limpias, como el pellet, el gas o la electricidad, son inaccesibles. Esta combinación de fatalismo y temor al costo refuerza la dependencia de la leña húmeda, exponiendo a familias enteras a niveles peligrosos de PM2.5.
Sin embargo, el estudio no solo diagnostica el problema, sino que propone una solución territorial: los Vigilantes Ambientales. Estos vecinos, capacitados para traducir datos técnicos a un lenguaje cotidiano, se han convertido en figuras clave para desmitificar creencias y orientar sobre subsidios de recambio de calefactores.
«La educación ambiental reduce el fatalismo», afirma el Dr. Herrera. El estudio demuestra que a mayor nivel educativo, menor es la resignación. Por ello, la labor de estos líderes comunitarios es vista como una herramienta sanitaria tan potente como un decreto normativo, logrando instalar prácticas protectoras en entornos donde el cambio ha sido históricamente lento.