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Sacerdote Carlos Wilfredo Alarcón: ¡Todo por Jesucristo!

Publicado por: Claudio Nuñez | sábado 15 de septiembre de 2018 | Publicado a las: 12:40

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Esta es la historia del sacerdote que fue detenido, torturado y luego fusilado en la Base Aérea de Maquehue, pero las heridas no fueron mortales y se salvó, cuando campesinos avisaron y fue rescatado por otro sacerdote.

Pese a todo, fue exiliado en Neuquén, Argentina y volvió a La Araucanía, donde le persiguió el recuerdo de sus días más difíciles. Se casó tuvo dos hijos y en la agonía pidió que lo levantaran y apoyaran para imitar el gesto de Jesús Crucificado. Abrazó a su esposa, a sus hijos y se fue con Él.

 Diario Tiempo21

 

Si hasta hace pocos años era difícil encontrar en el mundo un país más católico y devoto que la chilena, esta iglesia conservadora gestada en los noventa —cuyo mensaje moral se limitaba a reprimir la desnudez y las relaciones sexuales, que hasta 2004 contuvo la existencia de una ley de divorcio y que recién el año pasado vivió la derrota de la legalización de aborto por tres causales—, hoy está asediada por escándalos de pederastia, lo que ha conseguido caer de bruces en su adhesión, hasta llegar, según las últimas encuestas, a un 45 por ciento.

Aun viejos católicos y excepcionalmente algunos jóvenes, recuerdan a los sacerdotes de los años 60 y 70, cuando abandonaron sus casas y sus templos para vivir con la gente después del golpe de estado. Ellos no abandonaron a su pueblo. Sabían lo que ocurría en aquel Chile que fue víctima de la represión más cobarde y de lo que los medios de comunicación callaban, los baleos, los muertos y los allanamientos que a diario se podían ver en comunas y poblaciones.

De la verdadera Iglesia Católica, de esa época en la que muchos sacerdotes arriesgaron sus vidas por salvar otras, poco se sabe y la verdad, jugaron un papel clave a favor de los indefensos, los que lucharon por la dignidad, la vida y los derechos humanos, especialmente hacia los más pobres, excluidos y perseguidos.

 

Sacerdotes mártires

 

En el caso de La Araucanía, en esos tiempos eran las provincias de Malleco y Cautín con administración autónoma, no como ahora, dos elementos importantes se pueden destacar en la represión que se abatió en el sur de Chile, en la región de La Araucanía, después del golpe de Estado de 1973.

Primero. La represión a los hombres de Iglesia; cinco sacerdotes de la región son víctimas de la maquinaria de muerte, puesta en marcha por los uniformados. De estas cinco víctimas, dos de ellas están hasta ahora desaparecidas. Las otras tres sobrevivientes sufrieron  la tortura, la prisión y el exilio.

En segundo lugar, se puede destacar la represión masiva a los campesinos mapuches que habían participado activamente en el proceso de la Reforma Agraria. La recuperación de sus tierras, constituye para el pueblo mapuche su reivindicación principal, la cual ha tenido una constaste histórica y que hasta ahora se mantiene vigente.

En un libro escrito por el Padre Miguel Jorda que se titula “Martirologio de la Iglesia chilena”, aparecen los casos de Wilfredo Alarcón y de dos sacerdotes secularizados: Etienne Pesle (francés) y Omar Venturelli (italiano).

¿Cómo pudo cambiar tanto un pilar de la cultura occidental en los últimos 20 años? Porque ver la situación de la iglesia católica hoy –con algunas honrosas excepciones- vemos dos mundos distintos: uno comprometido en la lucha contra la miseria, la pobreza hasta arriesgar sus vidas por ellos. Hoy, obispos cuestionados por estar acusados de corrupción de menores, dudosos comportamientos éticos y con niveles de vida acomodadas.

En esta ocasión, nos referiremos a lo ocurrido en La Araucanía, con sacerdotes perseguidos, torturados, fusilados y desaparecidos.

La lista de los cinco mártires religiosos de la Iglesia Católica, de la región de La Araucanía está constituida por:

-Mario Nahuelpan, sacerdote de la ciudad de Ercilla y exiliado en Canadá.

Anselmo Leonelli, sacerdote de Temuco, de la Parroquia del Perpetuo Socorro.

-Wilfredo Alarcón, sacerdote de la ciudad de Perquenco, exiliado en Argentina y luegro regresar a la Araucanía.

-Esteban Pesle, ex sacerdote, vivía en Temuco. Detenido y desaparecido el 19 de septiembre de 1973.

-Omar Venturelli, ex sacerdote de Temuco. Detenido y desaparecido el 4 de octubre de 1973.

 

El párroco de Perquenco

 

En el libro del Padre Miguel Jorda hay un extracto que resume bien la situación que vivió el sacerdote Alarcón: “El P. Wilfredo Alarcón era un cura de Perquenco, Diócesis de Temuco y en los días del golpe fue secuestrado, torturado. Y después, al igual que tantos otros campesinos y pobladores, fue asesinado y su cuerpo arrojado al río Cautín. Pero, como los caminos de Dios son insondables, puede contarlo todavía…”. Eso fue escrito por Jorda antes de la muerte de Alarcón.

Este sacerdote se salvó por milagro, ya que de todos los balazos que recibió no hubo ninguno que haya tocado algún órgano vital. Una especie de diario de vida escrito por el P. Wilfredo Alarcón (a la que Tiempo21 tuvo acceso en forma privada) y que está inserto en el libro del Padre Miguel Jorda, relata que fue rescatado herido por el obispo de Temuco de la época, Bernardino Piñera, tío del actual Presidente, quien logró hacerlo pasar para Argentina, junto con dos otros sobrevivientes, los sacerdotes Mario Nahuelpan y Anselmo Leonelli.

Luego de de ser arrojado a un brazo del río Cautín, evaluó sintió sus heridas y llegó a una orilla; se arrastró por pastizales y huertos, hasta llegar a una casa donde lo miraron con temor desde la distancia, hasta que un campesino logró llegar a un teléfono; alguien le avisó a un sacerdote que llegó a rescatarlo. Fue llevado al hospital, pero también llegaron guardias de Carabineros y la Fach. Desde allí a la Iglesia Perpetuo Socorro hasta que el obispo Piñera lo sacó para trasladarlo a Argentina.

Los casos de los ex sacerdotes Omar Venturelli y de Esteban Pesle tienen hasta ahora un final mucho más dramático, puesto que pese a la búsqueda de sus cuerpos y a un cúmulo de tentativas de justicia, hecho por los familiares, nada se ha logrado. La justicia chilena, desde décadas hizo caso omiso, de los recursos de amparo, habeas corpus (en la época de la dictadura) y posteriormente de las querellas presentadas por los familiares de los desaparecidos.

 

El ejecutado sobreviviente

 

Luego de la salida del país de los tres sacerdotes, el caso de Carlos Wilfredo Alarcón Ferrada llama la atención porque a pesar de las torturas y de su fusilamiento, regresa de su exilio a en Argentina el año 1981, precisamente a la Araucanía, siendo recibido por el obispo Sergio Contreras, quien lo envía de párroco a Capitán Pastene, donde se refugió por algunos años, reviviendo constantemente su martirio de tortura, que lo persiguió hasta su muerte.

En sus manuscritos, donde relata su vida desde su  detención, torturas, su paso por Lautaro y la base aérea de Maquehue, su fusilamiento en 1973 y hasta sus últimos años de vida, no deja de relatarle a Jesucristo, los detalles de su martirio pero “menos como los tuyos”.

En Capitan Pastene en ocasiones se sentía amenazado, debido a que en su condición de párroco en varias ocasiones fue elegido para acoger personas en calidad de relegadas, a quienes siempre atendió pese a que ello le significaba nuevamente ser apodado por muchos de “cura comunista”. Comenzó a vivir periódicamente situaciones de angustia y depresión, producto del temor que le invadían las amenazas veladas de algunas personas y por patrullas de carabineros, que lo asediaban, tanto en la comuna como en los viajes que realizaba a Temuco en sus funciones sacerdotales.

En varias ocasiones se sintió amenazado por personas anónimas, por lo que el obispo con el fin de protegerlo lo destinó a la parroquia de Cholchol, donde continuó por un periodo de tres años con sus actividades pastorales junto a las comunidades mapuche. Poco a poco su salud se deterioraba cada vez que revivía lo acontecido el año 73.

Bajo la presión de recordar constantemente lo ocurrido luego del golpe y con su salud quebrantada, decidió abandonar el sacerdocio y solicita sus dispensas al Papa, gestión en la que colaboró el obispo Contreras.

 

Matrimonio, hijos

 

Dos años después, en el año 1992 viviendo en Temuco, contrae matrimonio y nacen sus dos hijos, cuyas edades hoy son 20 y 24 años, quienes lo acompañarán hasta su partida. En sus años de sobrevivencia, se dedica a tallar cruces de madera, como un modo de expresar su gratitud por su sobrevida después del fusilamiento acontecido a orillas del Rio Cautín.

Son miles las cruces que talló y regaló a las más diversas personas en el campo, la ciudad y muchas fueron donadas a católicos de otros países. Hace tres años el Papa Francisco recibió de manos del sacerdote Giglio Linfanti una cruz de madera nativa, luego de conocer su historia de martirio.

A pesar de su sufrimiento y su alejamiento del sacerdocio, su autenticidad, su fe, sus convicciones, su sentimiento de solidaridad con los que consideraba que requerían apoyo nunca lo abandonó, así como tampoco la depresión que sufría cada vez que algún hecho violento gatillaba sus recuerdos.

Por eso horas antes de fallecer cuando inicia su agonía como gesto de entrega a quien dio sentido a su vida, pidió ayuda a dos de las personas que lo acompañaban y con gestos de dolor a pesar de su situación de inmovilidad se paró e hizo el gesto de Jesús Crucificado abriendo sus brazos y cruzando la pierna izquierda sobre la derecha, posición que soportó por varios minutos.

Después con un abrazo se despidió de su esposa, hijos y los amigos que rodeaban su cama. Falleció el 1 de julio del año 2010 a las 24 horas.

Fuente: Memoria Piensachile.com y relatos de cercanos.


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