Publicado por: Tiempo21 | jueves 14 de agosto de 2025 | Publicado a las: 19:33
El paracetamol, también conocido como acetaminofeno, es uno de los medicamentos más utilizados en el mundo. Presente en botiquines, hospitales y centros de salud, se prescribe y consume a diario por su eficacia para aliviar el dolor y reducir la fiebre. En Chile, es de venta directa, lo que lo convierte en uno de los fármacos más dispensados.
A diferencia de otros antiinflamatorios no esteroidales, como la aspirina o el ibuprofeno, el paracetamol no posee un efecto antiinflamatorio significativo. Y lo curioso es que, pese a su uso masivo por más de un siglo, su mecanismo de acción aún no se comprende del todo. Sabemos que actúa principalmente en el sistema nervioso central, donde se transforma en p-aminofenol y luego, mediante la enzima FAAH, en un compuesto activo llamado AM404.
Este metabolito modula canales TRPV1, receptores cannabinoides tipo 1 y vías serotoninérgicas. La acción combinada sobre estos sistemas disminuye la transmisión de señales de dolor hacia regiones cerebrales como la ínsula y el cíngulo anterior, centros que integran no solo el dolor físico, sino también el malestar emocional.
Investigaciones recientes en universidades de Estados Unidos han revelado un hallazgo fascinante: una dosis única de 1.000 mg de paracetamol, o esquemas diarios que alcanzan esa dosis, puede reducir la intensidad de las respuestas emocionales, tanto positivas como negativas, y disminuir la empatía frente al dolor ajeno. Estos estudios muestran que tales dosis atenúan la activación de la ínsula y el cíngulo anterior no solo ante estímulos físicos, sino también frente al llamado “dolor social”, como el rechazo o la exclusión. Este fenómeno, conocido como aplanamiento afectivo, se interpreta como una forma de “analgesia emocional”.
Este hallazgo abre la puerta a una reflexión inquietante. Aunque los estudios no prueban un vínculo directo con comportamientos sociales a gran escala, es legítimo preguntarse si el uso frecuente o la automedicación con paracetamol podría, en ciertos casos, contribuir a atenuar nuestras respuestas emocionales de manera no deseada. En un contexto social marcado por altos niveles de agresividad y menor empatía interpersonal, vale la pena cuestionar si existe alguna interacción entre estos fenómenos y el uso extendido de un fármaco que, según la evidencia, puede “amortiguar” nuestras emociones.
No se trata de generar alarma sin fundamento, pues la ciencia aún no establece esta relación en la vida cotidiana, pero sí de subrayar la importancia de un uso informado y responsable. El paracetamol es seguro y eficaz cuando se utiliza correctamente, pero no está exento de riesgos, como su hepatotoxicidad en administración crónica y dosis altas. Y como toda sustancia con efectos en el sistema nervioso, merece un consumo racional.
Este tipo de hallazgos podría incluso motivar en el futuro una revisión de sus condiciones de venta, que actualmente permiten su adquisición libre en farmacias. Como químicos farmacéuticos, nuestro rol no se limita a dispensar medicamentos, sino también a educar sobre su uso racional y promover la investigación que nos permita comprender todos sus efectos, incluidos aquellos que van más allá del alivio físico.
Tal vez el paracetamol, nuestro viejo aliado contra el dolor y la fiebre, aún tenga más historia que contarnos y más lecciones que enseñarnos sobre la compleja relación entre el cuerpo, la mente y la sociedad.
Dra. María Magdalena Pérez Ortiz
Directora Carrera de Química y Farmacia
Universidad Autónoma de Chile, Sede Temuco