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Despilfarro de recursos científicos

Publicado por: Tiempo21 | martes 8 de julio de 2025 | Publicado a las: 13:50

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Por Pilar Parada, directora del Centro de Biotecnología de Sistemas de la U. Andrés Bello

En la actual polémica por la financiación de centros de investigación en Chile, se ha puesto el foco en los ganadores, perdedores y criterios de selección. Pero lo que no se está debatiendo —y debería escandalizarnos— es el auténtico despilfarro que este diseño de política pública ha generado.

Se presentaron 181 propuestas de centros, compuestas por un promedio de 8 investigadores cada una, lo que suma más de 1.400 científicos trabajando a jornada completa, durante al menos un mes y medio de los tres meses que estuvo abierto el concurso, sin considerar los tiempos de todo el personal administrativo que debe apoyar estas postulaciones.  Sin embargo, se financiarán solo 29 centros: una tasa de éxito de apenas 16%, con el 84 % restante dedicando tiempo, energía y talento a un proceso que no entrega retorno.

Si valoramos cada mes de trabajo de un investigador en $3 millones de pesos —una estimación bastante conservadora considerando la formación, experiencia y productividad científica que se exige en estas convocatorias—  esa etapa de preparación significó una inversión de $6.500millones de pesos. En otras palabras, nos hicieron trabajar como si estuviéramos construyendo el equivalente a un nuevo Centro de Salud Familiar (CESFAM), y lo demolieron antes de abrir las puertas

Este tipo de convocatorias no fortalecen la ciencia; la desgastan. Generan frustración, competencia desmedida y pérdida de confianza en el sistema. No es solo ineficiencia: es una forma estructural de desperdiciar capacidades estratégicas del país.

Aquí también queda en evidencia la urgente necesidad de ampliar el financiamiento, al menos para cubrir un 30 % de las iniciativas presentadas. Y si el Estado no cuenta con esos recursos, la política de centros debiera contemplar fórmulas concretas de articulación con el sector productivo. Es indispensable apalancar financiamiento adicional y aumentar por fin el estancado porcentaje del PIB que Chile dedica a ciencia, tecnología e innovación.

Además, este modelo es perfectamente evitable. En la Unión Europea, por ejemplo, estos concursos se realizan en dos fases. Primero, una manifestación de interés, de bajo costo y complejidad, que permite filtrar con eficiencia. Solo los proyectos más prometedores avanzan a una segunda etapa más profunda, como la que aquí se nos exigió desde el inicio a todos los postulantes.

No se trata de premiar todo lo que se presenta, sino de diseñar procesos más inteligentes, que eviten botar a la basura millones en trabajo intelectual valioso. Chile no necesita más ruletas científicas, sino una política que fortalezca el talento, focalice los recursos y ponga la ciencia al servicio de los grandes desafíos del país.

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